La obra empezó en el momento del viaje desde Düsseldorf a Nueva York. Al llegar al aeropuerto Kennedy, Beuys se envolvió de la cabeza a los pies en una manta de fieltro —material ya empleado por el artista en anteriores representaciones y del que él mismo decía que servía como aislante físico pero también metafóricamente—, fue conducido en una ambulancia, de la que se le sacó en camilla para introducirlo en la galería, una vez allí fue colocado en un espacio que compartió, durante siete días, con un coyote salvaje, separado de los espectadores por una acotación de malla metálica. La performance consistió, en que durante todo este tiempo, realizaba una serie de rituales diarios que incluían conversaciones con el animal, el ofrecerle diversos objetos como tela de fieltro, guantes, linterna, un bastón y cada día el diario The Wall Street Journal, el coyote los tocaba e incluso orinaba sobre ellos.

Según explicó Beuys, la acción fue el «complejo de coyote» que reflejaba:
...la historia de la persecución de los indios norteamericanos, además de la relación completa entre Estados Unidos y Europa [...]. Quería concentrarme sólo en el coyote. Quería incomunicarme, aislarme, no ver de Estados Unidos más que el coyote […] e intercambiar roles con él.
Para Beuys representaba la transformación de la ideología en la idea de la libertad. Era esta una idea fija de Beuys llevada a la «escultura social», en la que se realizaban largas discusiones con otras personas y en diferentes contextos, según decía la «escultura social» movilizaría la creatividad de cada persona, consiguiendo modelar la sociedad del futuro.


Me gusta América y a América le gusto yo.